“Una joven de 20 años estaba enamorada de un hombre mayor de 40. El día en que lo llevó a casa para presentárselo a su familia, su madre, al verlo, corrió a abrazarlo con fuerza… y resulta que él era nada menos que…” aziz boumdakonDecember 4, 2025 ««Previa ''O''
Me casé con una mujer de 60 años a pesar de la oposición de toda su familia, pero cuando abrí su ropa, descubrí un secreto que sacudió mi vida… Me casé con una mujer de 60 años a pesar de las objeciones de toda su familia. Pero al abrir su ropa, descubrí un secreto que revolucionó mi vida... Soy Ethan Miller, tengo 20 años, mido 180 cm y estudio segundo año de Economía en una universidad de Seattle. Mi vida era tranquila: estudiaba, trabajaba a tiempo parcial en una cafetería y jugaba al baloncesto con amigos los fines de semana. Hasta que conocí a la Sra. Eleanor Hayes, una mujer de 60 años, expropietaria de la cadena de restaurantes de lujo Hayes Dining Group, ahora jubilada. Nos conocimos en un evento benéfico del club estudiantil al que me uní. La Sra. Eleanor apareció con un elegante vestido gris, su cabello plateado cuidadosamente recogido, su rostro irradiaba poder, pero sus ojos eran dulces y tristes. Cuando ella sonrió y dijo: “Joven, ¿crees en el karma?” Nunca esperé que esa pregunta cambiara mi vida. A pesar de nuestra diferencia de edad de 40 años, rápidamente nos hicimos amigos. Ella me dijo que había estado en un matrimonio infeliz, que su marido había muerto joven en un accidente y que no tenía hijos. Me atrajo su experiencia, su inteligencia y la soledad que intentaba ocultar tras su sonrisa. Tres meses después, me arrodillé y le propuse matrimonio una tarde lluviosa, en el patio del antiguo restaurante que ella poseía. “No me importa la edad, sólo sé que quiero estar contigo”. Toda mi familia protestó. Mi madre rompió a llorar, mi padre se enojó: ¿Estás loco, Ethan? ¡Una mujer de 60 años! ¡Podría ser tu madre! Familiares, amigos, todos pensaban que Eleanor me había sobornado con dinero. Pero no me importaba. La amaba de verdad, no por su riqueza, sino porque estando con ella me sentía en paz, me sentía respetado.
Tenía 73 años cuando me mudé a la casa de mi hijo. Cada vez que se estaba bañando a las tres de la mañana, cuando me asomaba por la puerta, casi me caigo de bruces con la verdad.