“Una joven de 20 años estaba enamorada de un hombre mayor de 40. El día en que lo llevó a casa para presentárselo a su familia, su madre, al verlo, corrió a abrazarlo con fuerza… y resulta que él era nada menos que…”

Ese día lo llevé a casa. Santiago llevaba una camisa blanca y un ramo de cempasúchil, la flor que le conté que a mi madre siempre le ha encantado. Tomé su mano mientras cruzábamos la vieja puerta de la casa en Tlaquepaque. Mi madre estaba regando las plantas y nos vio.

En ese instante… se quedó paralizada.
Antes de que pudiera presentarlos, corrió hacia él y lo abrazó fuertemente, con lágrimas cayendo sin control.

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