Mañana, el mundo vería a Daniel Whitmore como realmente era.
Los días siguientes fueron un cuidadoso acto de equilibrio. Emma mantuvo su comportamiento educado y reservado frente a Daniel, asistiendo a cenas, fingiendo estar encantada con sus historias de negocios, todo mientras planeaba en secreto su próximo movimiento. Le susurraba a Claire cada noche a través de la puerta, recopilando detalles. Claire había sido la amante de Daniel durante años. Cuando ella intentó irse, él la había encerrado, jurando que nadie más la reclamaría.
Emma sabía que la mansión estaba fuertemente vigilada. Irse o llamar a las autoridades abiertamente podría ponerlas en peligro a ambas. Así que observó, tomando nota de los turnos de los guardias, las cámaras ocultas y los patrones de movimiento de Daniel. Cada detalle la acercaba más a encontrar una manera de liberar a Claire.
Una noche, mientras Daniel salía para una supuesta gala, Emma descubrió algo que hizo que su pulso se acelerara: una pequeña llave escondida detrás de un ladrillo suelto en la chimenea. Le temblaron las manos al darse cuenta de que esta era la oportunidad que había estado esperando. Esa noche, le susurró a Claire: “Prepárate. Mañana, nos vamos”.
Al día siguiente, Emma ejecutó su plan. Distrajo a los guardias con una llamada telefónica fingida, atrayéndolos a un extremo de la mansión mientras abría la puerta oculta. Claire tropezó y cayó en sus brazos, con lágrimas corriendo por su rostro, susurrando: “Pensé que nadie me encontraría jamás”. Emma la abrazó con fuerza, tranquilizándola.
La huida fue tensa. Cada crujido de las tablas del suelo, cada sombra exterior parecía una amenaza. Pero finalmente, llegaron a la salida de la mansión y se deslizaron hacia las calles de la ciudad. Libre por primera vez en años, Claire abrazó a Emma, con gratitud y alivio inundando su rostro.
De vuelta en la mansión, Daniel regresó y descubrió que su secreto había desaparecido. El pánico y la rabia destellaron en su rostro cuando se dio cuenta de que la mujer que había mantenido prisionera había desaparecido. Emma, todavía adentro por las apariencias, mantuvo la calma. Ella había tomado el control, y Daniel no podía detenerla sin exponer sus crímenes.