Por qué la oración acostada también tiene poder
Orando acostado:
No te hace menos espiritual;
no disminuye tu fe;
no reduce el valor de tus palabras.
La postura del cuerpo no determina la profundidad de la conexión, sino la postura del corazón.
A medida que el cansancio te abandona, la vulnerabilidad se convierte en un puente hacia la sinceridad. Dios escucha tus pensamientos, tus susurros, tus lágrimas y también tu silencio.
A veces, los momentos más transformadores llegan cuando ya no puedes aferrarte a tu propia fuerza.
Cómo convertir la noche en un momento de paz y encuentro
A continuación se presentan algunas prácticas sencillas:
1. Antes de dormir, respira y tranquiliza tu mente.
Sólo unos segundos de calma permiten que el corazón se abra.
2. Sé agradecido por el día
Incluso en los días difíciles, siempre hay algo que reconocer.
3. Expresa tus cargas sin filtros
Dile a Dios lo que te preocupa, lo que te duele, lo que te angustia.
4. Guarda silencio por un momento
La quietud también es oración.
5. Si te quedas dormido orando, no te sientas culpable
Dormirse en la presencia de Dios es descansar en sus brazos.
Conclusión: Tu cama también es un lugar de fe
Orar acostado no sólo es válido: puede ser profundamente transformador.
En esos momentos de debilidad física, el alma se vuelve más honesta, más sensible y más abierta a la presencia divina.
Tu habitación puede ser un refugio, un altar, un lugar sagrado donde Dios te escucha sin condiciones ni exigencias.
Él ve lo que haces en secreto, conoce tu cansancio y valora cada palabra que sale del corazón.
Que encuentres paz, consuelo y fortaleza cada noche hablando con Dios desde la sencillez de tu cama.
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