Cuando alguien a quien amamos fallece, uno de los momentos más difíciles no llega en el funeral, sino en los días tranquilos que siguen cuando abrimos su armario.
El olor, la ropa, los zapatos perfectamente alineados... todo parece congelado en el tiempo. Es doloroso afrontarlo, pero a la vez reconfortante. Cada camisa, cada bufanda, lleva una historia, un trocito de su vida que una vez tocó la nuestra.
Antes de decidir regalarlo todo o tirar cosas, piensa. Hay cuatro cosas pequeñas en ese armario que nunca debes desechar. Porque a veces, los recuerdos viven más en la tela que en las fotos.
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