La vieja casa a las afueras del pueblo llevaba años abandonada. Su otrora impecable exterior se había desvanecido bajo los intensos rayos del sol, mientras la hiedra trepaba por sus paredes como un recuerdo persistente. Las ventanas eran como ojos hundidos, oscuros y amenazadores, que miraban fijamente la vasta extensión del bosque circundante. Sin embargo, a pesar de su desolación, había algo innegablemente magnético en ella, una atracción que parecía atraer a la gente, aunque nadie se atreviera a hablar de su historia.
Todos en el pueblo conocían la historia de la familia Hamilton, cuya repentina desaparición dejó la casa vacía. La casa había permanecido en pie durante generaciones, heredada por Charles Hamilton, hombre de inmensa riqueza e influencia, y su esposa, Eleanor. Habían vivido en el lujo, y su nombre era un referente en las altas esferas de la sociedad. Pero tras una noche de inexplicable tragedia, la familia desapareció sin dejar rastro, dejando solo susurros en el viento.

"No se acerquen", les decían los mayores a los niños, con los ojos abiertos por un miedo tácito. "Los Hamilton estaban malditos".
Nadie sabía qué había sucedido aquella fatídica noche, pero la ciudad nunca había vuelto a ser la misma desde entonces.
Y, sin embargo, una noche, un joven llamado Nathaniel Sinclair se encontraba frente a esa misma casa. Era nuevo en el pueblo, pues había heredado recientemente la propiedad de su tío tras su prematura muerte. Había oído las historias, por supuesto, pero como escéptico y hombre de razón, Nathaniel las descartó. Los fantasmas y las maldiciones eran cosa de cuentos infantiles. Pero al ver la casa desde lejos, algo se despertó en él: una innegable curiosidad, una sed de lo desconocido.
Nathaniel había oído los chismes locales sobre la vieja casa: rumores de un tesoro escondido, habitaciones secretas y las peculiares costumbres de los Hamilton. La mansión, antaño el centro de la élite del pueblo, se había convertido en una reliquia, un monumento olvidado del pasado. No era la casa en sí lo que le intrigaba, sino el misterio que la rodeaba. ¿Qué había pasado realmente con la familia Hamilton?

Una tarde, ya sin poder resistir más la atracción, Nathaniel decidió entrar.