Éramos jóvenes — casi sin ser adultos — cuando descubrimos que estaba embarazada. Teníamos miedo. Estábamos felices. No sabíamos mucho. Pero nos amábamos profundamente, ferozmente. Y estábamos decididos a que funcionara. Jordan me propuso matrimonio esa noche cuando escuchamos el latido del corazón de Asher. Ese pequeño “thump-thump” cambió nuestro mundo — para mejor.
No teníamos mucho dinero. Jordan era músico, yo trabajaba por las noches en un restaurante y trataba de terminar mi grado asociado. Pero teníamos sueños, esperanza y mucho amor. Por eso su muerte me rompió. Un día estaba escribiendo una canción de cuna para nuestro bebé, y al día siguiente, ya no estaba. Simplemente… se fue.
Foto para fines ilustrativos
Después del funeral, me mudé con una amiga y me enfoqué completamente en Asher. Solo nosotros dos desde entonces — aprendiendo mientras crecía. Ropa de segunda mano. Panqueques quemados. Historias para dormir. Miedos nocturnos. Risas. Lágrimas. Muchas rodillas raspadas y susurros de consuelo. Di todo lo que tenía para criarlo.
Pero para mi familia, especialmente para mi madre, Marlene, nada de eso parecía suficiente.