Llegué a casa de mi hermana sin avisar y la encontré acurrucada, dormida sobre el felpudo, con la ropa rota y sucia. Su marido se limpió los zapatos en su espalda con indiferencia y se rió con su ama: «Tranquila, solo es nuestra criada loca». No grité. Di un paso al frente... y la habitación quedó en completo silencio, porque...