Las gemelas del millonario viudo no dormían… Hasta que la sirvienta pobre hizo algo que lo cambió…

Esperanza aparece en la puerta y casi se desmaya. Virgen de Guadalupe, ¿cómo lo logró? Estas niñas no dejan de llorar ni dormidas. Pero Alejandro ya lo estaba viendo. Estaba ahí presenciando lo imposible suceder frente a sus ojos. María, susurra, hace tres meses que busco una respuesta. Gasté una fortuna con médicos y usted, usted simplemente están durmiendo, completa María con los ojos llorosos, durmiendo de verdad.

Los tres se quedan ahí en silencio, viendo a las gemelas dormir tranquilas por primera vez. Isabela en brazos de María, Sofía en brazos del papá, pero pegadita a la mucama. Es cuando escuchan pasos decididos en la escalera, pasos que hacen que la sangre de todos se congele.

Alejandro, una voz femenina resuena por el pasillo. Llegué para la consulta de las niñas. La doctora Victoria del Valle aparece en la puerta del cuarto como una persona que siempre manda en todo. A los 38 años es del tipo que impone respeto solo con entrar al ambiente. Bata blanca sin una manchita, cabello recogido en un chongo perfecto, postura erguida de quien nunca pierde el control.

Alejandro, ¿cómo están las nin? Se para a la mitad de la frase cuando ve la escena. Las gemelas durmiendo, Alejandro sonriendo por primera vez en meses y una mucama cargando a Isabela como si fuera lo más natural del mundo. Victoria. Alejandro susurra tratando de no despertar a las bebés. No va a creer esto. Por fin durmieron. María logró hacer que durmieran. La sonrisa de Victoria se congela en el rostro.

Hace 3 años que cuida a esta familia. 3 años desde que la esposa de Alejandro murió en el parto, 3 años construyendo una relación, esperando el momento correcto para acercarse a él de manera más íntima. Y ahora una mucama cualquiera aparece y hace lo que ella, una médica titulada, no logró hacer. Alejandro habla con voz controlada.

¿Puedo hablar contigo un minutito allá en el pasillo? Pero Victoria, mira nada más. Están tan tranquilas en el pasillo, por favor. Alejandro percibe el tono serio y le hace una seña a María para que se quede con las bebés. Sale del cuarto detrás de la médica.

Alejandro, ¿te das cuenta de lo que acaba de pasar? Victoria habla bajito, pero con una rabia controlada. ¿Qué? Hizo que mis hijas durmieran, victoria, por primera vez en tres meses. ¿Y sabes cuál es la preparación de esta mujer? ¿Sabes si no tiene alguna enfermedad? ¿Sabes si no hizo algo peligroso? Alejandro frunce el ceño. No había pensado en eso. Victoria.

Ella solo alzó a Isabela y Alejandro, soy pediatra desde hace 15 años. Sé lo riesgosas que pueden ser estas situaciones. Los bebés de 3 meses son muy frágiles. Cualquier cosa equivocada puede causar un problema grave. Pero están bien, Victoria. Mira cómo están durmiendo tranquilas por ahora.

Pero, ¿y si fue algún efecto químico? ¿Y si les pasó algo en la piel? ¿Y si es algo que les va a hacer daño después? Las palabras de Victoria plantan una semilla de duda en la mente cansada de Alejandro. Siempre confió en lo que ella decía. Victoria salvó a las gemelas cuando nacieron prematuras. Es una profesional respetada, amiga de la familia desde hace años. Dentro del cuarto, María mece a Isabela, que duerme profundamente.

Esperanza observa a Sofía, que también está descansando tranquila en la carriola. Joven, susurra Esperanza. ¿Cómo lo hizo? No sé, doña Esperanza. Solo sentí que necesitaba ayudar. En 20 años trabajando aquí, nunca vi algo igual. Estas niñas no dejan de llorar ni cuando están dormidas. Y ahora míralas.

Señala a las bebés realmente durmiendo, respiración calmada, caritas relajadas, manitas abiertas. Es un milagro de verdad, completa esperanza. En el pasillo, Victoria sigue plantando dudas. Alejandro, entiendo tu desesperación, pero como médica no puedo permitir que una persona sin preparación tenga contacto directo con bebés tan pequeños.

Es una cuestión de responsabilidad. Pero Victoria, imagínate si les pasa algo. Imagínate si desarrollan alguna alergia. alguna infección, nunca te lo perdonarías y yo como médica responsable tampoco. Alejandro se pasa la mano por el cabello. El cansancio no lo deja pensar bien.

¿Qué crees que debo hacer? Que no tenga más contacto directo con las niñas por el bien de ellas. Mientras tanto, voy a ajustar la medicación. Tal vez eso era lo que estaba faltando. Dentro del cuarto, María siente un escalofrío. Algo no está bien. Isabela se mueve un poquito en sus brazos, pero sigue durmiendo.

Doña Esperanza, susurra, la doctora siempre les da medicina a las niñas. Todos los días, joven. Dice que es para calmarlas, pero nunca funcionó bien. Y hoy ya les dio hoy. Todavía no. Llegó hace ratito. María se queda pensando. Las gemelas durmieron sin medicina alguna, solo con cariño, solo con su toque.

Es cuando Alejandro regresa al cuarto con el rostro serio. María habla bajito. Gracias por la ayuda. Pero la doctora Victoria tiene razón. Es mejor que no toque más a las niñas. El corazón de María se despedaza. Pero, señor Alejandro, están bien. Lo sé, pero puede ser peligroso. Usted no es médica. Pudo haber sido suerte o pudo haber sido algo que les va a hacer daño después.

María pone a Isabela delicadamente en la cunita. La bebé sigue durmiendo. Entiendo, señor Alejandro, pero sus ojos lo dicen todo. No entiende nada. sabe que ayudó a esas criaturas y ahora la están alejando. Por eso, Victoria entra al cuarto con una sonrisa que no llega a los ojos. “Voy a aplicar la medicación de las niñas ahorita”, anuncia sacando dos jeringas de la bolsa médica. “Están durmiendo, doctora”, comenta Esperanza.