—Siempre hay alguna parte.
—¿Y tú? ¿Por qué no te vas de aquí?
—Porque aquí se respira mejor. Solo hay recuerdos.
Hizo una pausa y añadió:
—Pero quizá no seas como yo. Tú aún tienes un futuro.
Ella lo miró.
—¿Pero qué pasa si no quiero ir donde solo me esperan la suciedad y el miedo? ¿Quizás sea mejor que me quede aquí?
—¿Conmigo? —rió entre dientes—. ¿Para qué necesitas a un hombre que lleva muerto por dentro?
Ella se acercó.
—Porque me salvaste.
Él retrocedió.
—No le des tanta importancia.
De salvación. Simplemente no te dejé morir en la nieve. No es lo mismo.
Pero sus ojos brillaron.