La tormenta de nieve desgarró el cielo, como si intentara arrancar lo último…

Dentro reinaba el silencio. Solo cenizas en la chimenea y una silla vacía.

En la pared, una nota descolorida, clavada con un cuchillo:

«Si algún día regresas, recuerda esto: ya no tengo miedo.

Me enseñaste a creer en la vida de nuevo».

Se arrodilló.

El niño comenzó a llorar en silencio.

Las lágrimas se mezclaban con la nieve derretida.

«Duerme, pequeño…», susurró. «Aquí vivió un hombre que sabía amar».

Afuera, el viento aullaba, pero ya no con furia, como si cantara una nana.

El fuego volvió a arder en la chimenea, como si alguien invisible lo hubiera encendido para ellos.

Ilona sonrió entre lágrimas.

«Lo recuerdo todo, Damian… todo».