Sofía era una niña que siempre tenía una sonrisa en el rostro. Desde muy pequeña, todos notaban su alegría y la forma en que miraba el mundo con amor. Le encantaban los colores brillantes, las flores amarillas y los abrazos largos de su mamá.
Cuando Sofía empezó a ir a la escuela, algunos niños la miraban diferente. No entendían por qué hablaba un poco más despacio o por qué necesitaba más tiempo para aprender ciertas cosas. Pero Sofía no se rendía. Cada día llegaba a clase con la misma sonrisa y con un dibujo nuevo para regalar.
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