La Máscara de Oro Roto

💔 El Puñal de la Traición
Su teléfono comenzó a sonar y ella contestó sin apartarse demasiado, creyendo que seguía completamente sola. Su voz cambió de inmediato, volviéndose dulce, coqueta, artificial.

“Claro que sí, amor,” dijo, dejando escapar una risa suave. “Sí, ese viejo ingenuo ni cuenta se da.”

Diego sintió un golpe en el pecho, como si le hubieran arrancado el aire de los pulmones.

“Aún así,” escuchó inmóvil con la mandíbula apretada. “En cuanto me case,” continuó Valeria, paseándose por la sala como si fuera una reina, “mando a los mocosos con una niñera barata y yo me quedo con lo que importa.”

La palabra “mocosos” atravesó el corazón de Diego como un cuchillo torcido.

Y aún así, la llamada siguió. Cada frase peor que la anterior, cada risa más hiriente, como si el desprecio hacia los niños fuera la parte más natural de su personalidad.

Cuando colgó, regresó a la sala y miró a los trillizos con un brillo oscuro, uno que ya no intentaba ocultar.

En ese momento, Diego comprendió que la mujer que había permitido entrar en su hogar no era una compañera, ni una aliada, ni alguien capaz de quererlo a él o a sus hijos. Era una amenaza. Y aunque aún no se movía de su escondite, sabía que el momento de actuar estaba cada vez más cerca.