La chica pobre solo llevó una cesta de frutas a la casa de su novio para presentarse, pero inesperadamente, la madre de él mostró una actitud fría.

Después de más de un año de noviazgo, Diego le propuso llevarla a casa de sus padres. Isabela estaba emocionada pero también nerviosa. Sabía que las circunstancias de ambas familias eran muy diferentes, pero confiaba en el amor sincero de Diego.

Esa mañana, Isabela se levantó temprano para ir al mercado y escoger las frutas más frescas: manzanas rojas, uvas moradas, naranjas… Las colocó cuidadosamente en una bonita canasta de mimbre y la adornó con una cinta. Aunque el regalo era sencillo, era lo mejor que podía comprar con el dinero que había ganado por sí misma.

Al llegar a la casa de Diego, se presentó con cortesía. Su padre la recibió con amabilidad, pero su madre, Doña Carmen, solo echó un vistazo rápido a la canasta, mostrando un gesto ligeramente indiferente.

“¿Qué ha traído esta chica, Diego?” – preguntó ella.
“Son frutas para el postre, mamá.” – respondió Diego, sonriendo.