Afuera del edificio, las lágrimas me corrían por las mejillas, pero por primera vez, sentí un alivio.
No era porque no me doliera, sino porque había elegido la libertad para mi hijo y para mí.
Salí con solo algo de ropa, algunas cosas de bebé y el coraje para empezar de nuevo.
En Cebú, encontré trabajo como recepcionista en una pequeña clínica.
A medida que mi barriga crecía, poco a poco aprendí a reír de nuevo.
Mi madre y algunos amigos cercanos se convirtieron en mi familia.
La nueva “reina” de la familia
Mientras tanto, la nueva prometida de Marco, Clarissa, una mujer de voz suave que adoraba el lujo, fue recibida en la casa de los Dela Cruz como una realeza.
Lo que ella quería, lo conseguía.
Siempre que tenía visitas, mi exsuegra la presentaba con orgullo:
“¡Esta es la mujer que nos dará el hijo que heredará nuestro negocio!”
No respondí. Ya ni siquiera sentía rabia.
Simplemente confiaba en que el tiempo lo revelaría todo.
El nacimiento de mi hijo
Meses después, di a luz en un pequeño hospital público de Cebú.
Una niña: pequeñita, sana y con ojos brillantes como el amanecer.
Mientras la tenía en mis brazos, todo el dolor que había cargado se desvaneció de repente.
No me importaba que ella no fuera el "hijo" que querían.
Estaba viva. Era mía. Y eso era todo lo que importaba.

Cuando las tornas cambiaron
Unas semanas después, un antiguo vecino me envió noticias: Clarissa también había dado a luz.
Toda la familia Dela Cruz estaba celebrando con globos, pancartas y festines.
Su tan esperado "heredero" por fin había llegado.