Por un momento, me asusté. ¿Quién haría eso sin decírmelo?

Entonces recordé que mi abuela me había visitado hacía unas semanas. Siempre ha sido de esas mujeres que creen en las bendiciones silenciosas y en las viejas costumbres.
Esa noche la llamé.
“Abuela… ¿pusiste algo debajo de mi colchón?”
Ella se rió suavemente.
—Ah, ¿lo encontraste? Sí, es kalonji. Que te proteja. Has estado inquieto últimamente y pensé que un poco de protección te vendría bien.