Elena hizo una pausa, dejando a todos en suspenso. Lo que Sofía descubriría en las siguientes páginas cambiaría para siempre su vida y su relación con su esposo. Pero antes de que pudiera reaccionar del todo, algo inesperado ocurrió en la sala que dejó a todos boquiabiertos...
Al observar más de cerca, Sofía vio que uno de los documentos era una escritura de propiedad, legalmente a su nombre. Una casa en el barrio de Triana, una de las zonas más antiguas y emblemáticas de Sevilla. El segundo documento era un contrato de fideicomiso que garantizaba que la propiedad era exclusivamente suya, sin que nadie más pudiera reclamarla, ni siquiera Alejandro.
La sala quedó en silencio, interrumpida solo por susurros y miradas incrédulas. Doña Carmen palideció, con los labios apretados. Alejandro frunció el ceño, intentando comprender qué estaba pasando. "¿Por qué harías esto sin consultarnos?", preguntó con una mezcla de indignación y confusión.
—Porque mientras tu madre le enseñaba a mi hija a ‘conocer su lugar’, yo le enseñaba a no perderlo nunca —respondí con firmeza, mirando directamente a los ojos de Alejandro.