En la boda de mi hija, su suegra le regaló una caja. Cuando la abrió, encontró dentro un uniforme de trabajo doméstico.

Sofía abrió la caja y encontró un uniforme de limpieza, con delantal blanco y su nombre bordado. Un murmullo inundó la habitación, y la joven se quedó paralizada, con lágrimas en los ojos. Alejandro sonrió, tomó el uniforme y comentó: «Justo lo que necesitas en casa». El silencio se volvió insoportable, y la luz del salón pareció atenuarse.

Vi cómo se le rompía el corazón a mi hija delante de todos, y algo dentro de mí se despertó, un instinto que llevaba años latente. Me puse de pie lentamente, con todas las miradas puestas en mí. Me acerqué a Sofía y saqué una cajita de terciopelo azul de mi bolso. "Ahora, veamos el regalo que tengo para ti", dije con calma.

Sofía, confundida y aún llorando, abrió la caja. Dentro, encontró documentos cuidadosamente doblados, algo que yo había estado preparando durante años sin que ella lo supiera del todo. Le temblaban las manos al abrirlos. La primera página la dejó sin aliento. Me miró incrédula: "¿Es esto real?"

El murmullo entre los invitados aumentó, y la mirada de Alejandro se llenó de confusión y tensión. Sofía apenas podía hablar, pero los documentos hablaban por ella. Su contenido prometía cambiar la dinámica de toda la familia, y al leerlos, su expresión pasó de la tristeza a la incredulidad.