¿Trabajaba duro? Me quedé boquiabierta. Yo fui quien le pagó el alquiler durante años, quien crio a sus hijos mientras ella cambiaba de trabajo, quien le ofreció mi jubilación para que pudiera empezar de cero una y otra vez. Pero no dije nada. Todavía no.
Recogí mis cosas del suelo mojado, con las manos temblorosas, no de debilidad, sino de rabia y frío. Pensó que me iría a rastras, avergonzado. No sabía que había cometido un error. Un pequeño error, pero uno que le costaría todo.