—¿Quién es él? —preguntó Liam desconfiado.
Emily respondió: “Él… nos está ayudando”.
Michael se agachó y colocó la bolsa de comida y leche frente a ellos. "Hola, soy Michael. No quiero nada de ti. Solo quiero asegurarme de que estás bien".
Los niños devoraron la comida con alivio, y por un momento, Michael se limitó a observar. Luego respiró hondo. «Emily, Liam, Sophie... no deberían tener que vivir así. Puedo ayudar a su familia. Pero necesito que confíen en mí».
Los siguientes días fueron un torbellino. Michael contactó con los servicios sociales, no para que se llevaran a los niños, sino para conseguir apoyo. Contrató a una niñera para que le ayudara con las comidas y el cuidado diario. Habló con su padre, quien al principio se resistió por orgullo, pero finalmente se derrumbó cuando Michael le dijo: «No tienes que hacer esto solo».
Michael no solo arrojó dinero para solucionar el problema. Matriculó a los niños en mejores escuelas, organizó terapia para su padre y creó un pequeño fondo para asegurar que siempre tuvieran comida y ropa. Y lo más importante, los visitaba con regularidad. Para Emily, ya no era un simple extraño; era alguien que la veía, alguien que respetaba la valentía que tuvo que tener para proteger a sus hermanos.
Una noche, semanas después, Emily salió con Michael de su apartamento, ahora renovado. Llevaba su mochila, recién salida de la escuela, y lo miró. "¿Por qué nos ayudaste? Ni siquiera nos conocías".
Michael sonrió levemente. «Porque una vez, cuando era niño, alguien me ayudó. Y cambió mi vida. Ahora me toca a mí hacer lo mismo».
Los ojos de Emily brillaron. «Entonces… cuando crezca, también ayudaré a los niños. Como tú».
Michael le puso una mano suave en el hombro. "Ese es el mejor agradecimiento que podría recibir".
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬