Diálogo que golpea.
Martín: (Voz baja, pero con un filo que corta) “¿Útil, Adriana? ¿Cargar a mis hijos mientras friega detrás del inodoro de rodillas? ¿Llamas a esto utilidad?”
Adriana: (Cruce de brazos, defensiva) “No seas dramático. No ves lo que hay detrás. Me ayuda. Es vieja. No sirve para más.”
Rosalía: (Un hilo de voz, interponiéndose) “Basta, por favor. No discutáis por mí.”
Martín se levantó, lento, peligroso. Sus ojos nunca dejaron de mirar a su madre. Le tendió la mano. Ella la tomó. La piel de Rosalía era áspera, casi quemada.
Martín: (A Rosalía, ignorando a Adriana) “Vámonos de aquí, mamá. Ahora.”
La guio hasta su pequeña habitación, donde el único consuelo era una pequeña vela y una foto en blanco y negro: él, niño, riendo, frente al Puente de Triana.
🌪️ La Verdad Pesa Menos que el Miedo
Ya solo en el salón, Martín se enfrentó a Adriana. El aire vibraba con una tensión que amenazaba con derrumbar los cimientos de la casa. Los mellizos, asustados, jugaban cerca.
Martín: (Mostrando la foto de niño) “¿Cuánto tiempo lleva esto, Adriana? ¿Cuántas noches he llamado diciendo ‘Todo está bien’ y mi madre estaba así?”
Adriana: (Al borde del control, su máscara resquebrajándose) “Ella miente. Yo no la forcé. Ella quería quedarse. ¿Qué querías? ¿Una sirvienta? No soy una niñera, Martín. Yo soy tu esposa.”
Martín: “Y ella es mi madre.”
Poder y Dolor.