El millonario fingó dormir para poner a prueba a su tímida empleada… pero cuando abrió los ojos y vio lo que ella hacía, su corazón se paralizó

La mansión de los Montenegro se alzaba como un castillo silencioso sobre la colina, iluminado apenas por la luna. Dentro, todas las luces estaban apagadas excepto una: la de la biblioteca privada, donde Adrián Montenegro , heredero y empresario, yacía aparentemente dormido sobre el sofá de cuero.

Pero no dormía.
No esa noche.