La noche de la verdad
Una tarde llegué a casa antes de lo habitual. Quería sorprender a Clara con un viaje de fin de semana. Pero la sorpresa me la llevé yo.
Mi madre estaba en la cocina, llorando en silencio.
Frente a ella, Clara la miraba con una expresión dura, desconocida.
Mamá intentó esconder algo, pero lo vi: un plato completamente vacío en el fregadero.
Entonces escuché la voz de Clara, fría y cortante:
—O te lo comes, o ya sabes lo que pasa después.
Mi madre se quedó paralizada al verme. Intentó disimular, pero era demasiado tarde.
—¿Qué está pasando aquí? —grité.
Clara giró lentamente, forzando una sonrisa falsa.
—Cariño, me asustaste. Estábamos hablando. Tu mamá no se sentía bien, así que le preparé una sopa.
Pero algo en su tono me heló la sangre. La expresión de mi madre, las manos temblorosas, el plato vacío… todo empezó a encajar.