Durante diez largos años, la gente de mi pueblo se burló de mí: murmuraban a mis espaldas, llamándome puta y a mi hijo huérfano. Entonces, una tarde tranquila, todo cambió.

Había pasado diez años odiando a Ryan; odiando a un hombre que luchó por nosotros hasta su último aliento.

Entonces Arthur me entregó un sobre sellado.

Dentro estaba la letra de Ryan.

Emily, si estás leyendo esto, debes saber que nunca dejé de amarte. Pensé que podía arreglar lo que mi familia rompió, pero me equivoqué. Protege a nuestro hijo. Dile que lo quería más que a nada. —Ryan

Las palabras se me llenaron de lágrimas.

Arthur se quedó durante horas, hablando de justicia, becas, una fundación en nombre de Ryan.

Antes de irse, dijo:

“Los llevaré a ambos a Seattle mañana. Merecen ver lo que Ryan dejó atrás.”

No sabía si confiar en él…

Pero la historia, claramente, no había terminado.

A la mañana siguiente, Ethan y yo nos sentamos en la parte trasera de un elegante Mercedes negro, rumbo a Seattle.

Por primera vez en una década, me sentí aterrorizada… y libre.

La finca de Caldwell no era una mansión. Era una fortaleza: paredes de cristal, jardines impecables, un mundo aparte de Maple Hollow.

Dentro, retratos de Ryan adornaban un largo pasillo: sonriente, esperanzado, ajeno a lo que le esperaba.

Arthur nos llevó a conocer a la junta directiva y luego a la mujer que había ocultado la verdad: Clara Hensley, la abogada de la familia.

Su rostro palideció al verme.

El tono de Arthur era gélido.

"Cuéntale lo que me dijiste la semana pasada, Clara".

Jugueteó nerviosamente con sus perlas.

 

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