Para mi asombro, cayó de rodillas en el suelo polvoriento y dijo con voz temblorosa:
"Por fin encontré a mi nieto".
Era multimillonario: el abuelo de mi hijo.
Pero lo que me mostró en su teléfono sobre el padre "desaparecido" de mi hijo me dejó helado...
Durante diez largos años, la gente de Maple Hollow, un pequeño pueblo de Oregón, me había insultado con apodos que jamás olvidaría.
"Puta". "Mentirosa". "Pobre huérfana".
Susurraban desde detrás de las vallas cada vez que pasaba con mi hijo, Ethan.
Tenía veinticuatro años cuando lo di a luz: sin marido, sin anillo y sin ninguna explicación que el pueblo aceptara.
El hombre al que amaba, Ryan Caldwell, desapareció la noche que le dije que estaba embarazada. Nunca volvió a llamar. Solo dejó una pulsera de plata grabada con sus iniciales y la promesa de que "volvería pronto".
Pasaron los años. Aprendí a sobrevivir.
Trabajaba doble turno en la cafetería del barrio. Restauraba muebles viejos. Ignoraba las miradas.
Ethan creció siendo un niño amable e inteligente, siempre preguntando por qué su padre no estaba.
Yo le decía con cariño: "Está ahí fuera, cariño. Quizás nos encuentre algún día".
Ese día llegó cuando menos lo esperábamos.
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