Después de cincuenta años de matrimonio pedí el divorcio y su última carta me destrozó el corazón.

Cuando llegué al hospital, ya estaba pálido e inmóvil y lo mantenían con vida gracias a numerosas máquinas.

 

Mientras sostenía su mano y le rogaba que se quedara, murmuré disculpas que debería haberle pedido muchos años antes.

Estuvo a punto de escapaRE

A partir de ese momento, cada día que paso a su lado se siente como un regalo tallado al borde de perderlo todo por completo.

Finalmente he llegado a la conclusión de que la libertad que había estado buscando no se encontraba en dejarlo, sino en comprender la verdad que había pasado por alto

El amor no es una jaula cuando está construido de modestas misericordias y dedicación silenciosa.

A lo largo de mi vida, había entendido mal el concepto de comodidad como una forma de confinamiento, la regularidad como una forma de restricción y su ternura de toda la vida como algo que me limitaba en lugar de algo que me fortalecía.

No importa cuánto tiempo nos quede, me esforzaré por verlo con claridad, amarlo con intención y elegirlo de la misma manera que él me ha elegido después de cincuenta años.