Soy Richard, cumplo 61 años este año. Mi esposa falleció hace ocho años, y desde entonces, mi vida no ha sido más que largos pasillos de silencio. Mis hijos tuvieron la amabilidad de venir, pero sus vidas transcurrieron demasiado rápido como para que yo pudiera seguirlos. Vinieron con sobres de dinero, dejaron medicinas y se fueron.
Pensé que había hecho las paces con la soledad hasta que una noche, navegando por Facebook, vi un nombre que pensé que nunca volvería a ver: Anna Whitmore.