Las alteraciones visuales, que a menudo pasan desapercibidas, son otro síntoma de un miniictus. Estas pueden incluir visión borrosa, pérdida de visión en uno o ambos ojos, o visión doble. Estas anomalías visuales pueden ser rápidas y transitorias, pero pueden alertar sobre problemas de flujo sanguíneo en las áreas del cerebro que procesan las señales visuales. Las personas mayores deben someterse a exámenes oculares periódicos y estar atentas a cualquier cambio repentino en su visión.
4. Mareo o pérdida del equilibrio
Los mareos, la inestabilidad o la pérdida del equilibrio son síntomas que no deben ignorarse. Un mini accidente cerebrovascular puede afectar el cerebro y provocar vértigo o desorientación. Las personas mayores pueden sentir que van a desmayarse o tener dificultad para mantenerse de pie. Esto se debe a la afectación de ciertas áreas del cerebro que controlan el equilibrio y la coordinación. Si una persona mayor presenta síntomas inesperados de mareo, es fundamental buscar atención médica de inmediato.
5. Dolor de cabeza repentino e intenso
Aunque el dolor de cabeza no siempre es un síntoma clásico de un miniictus, un dolor de cabeza repentino e intenso sin causa aparente puede estar relacionado con un AIT. Este tipo de dolor de cabeza puede describirse como el peor dolor de cabeza de la vida y, si bien es más común en los ictus propiamente dichos, puede ser indicativo de problemas graves. Este síntoma debe tomarse en serio y debe llevar a la persona a buscar atención médica de inmediato.
Reconocer y actuar
Es fundamental que tanto las personas mayores como sus cuidadores identifiquen de forma proactiva estos síntomas. Los mini infartos cerebrales son una señal de alerta de que un ictus completo podría ser inminente. Ignorarlos puede provocar daño cerebral permanente o incluso la muerte. La evaluación y el tratamiento oportunos de los síntomas pueden ayudar a prevenir un ictus más grave, que puede conllevar complicaciones graves y duraderas.
Algunos factores de riesgo que pueden contribuir a los miniinfartos cerebrales incluyen la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto y el tabaquismo. Por lo tanto, las evaluaciones médicas periódicas son esenciales para monitorear y controlar estos factores de riesgo en la población mayor. La educación sobre la salud cerebral y la identificación de síntomas son pasos cruciales en la prevención.
Por último, es fundamental que las familias y las comunidades informen sobre los signos de un miniictus. Las campañas educativas pueden marcar la diferencia en la detección precoz de los síntomas, lo que permite una intervención rápida y adecuada. La concienciación y la acción pueden salvar vidas y mejorar la calidad de vida de las personas mayores